El edificio, renovado en el siglo XII en formas románicas, debe su fama a nivel europeo a la presencia de los despojos mortales de Sant'Agostino, aquí mudadas en el siglo VIII de Sardegna por voluntad del rey longobardo Liutprando, incluso él enterrado en la iglesia. Al Padre de la Iglesia es dedicada, sobre el presbiterio, la monumental y espléndida arca marmórea, con muchas estatuas y relieves impresos, construida entre el 1362 y el 1402 por maestros lombardos. Una lápida al exterior de la basílica menciona el paso dantesco que también recuerda la basílica por la sepultura ilustre del filósofo Severino Boezio.